El Cuaderno de Viaje. (V)

En el siglo XVI se puso de moda entre las clases media-alta y aristocrática que los jóvenes viajaran como culminación de su etapa educativa, previa a la edad adulta y al matrimonio. De este modo tendrían acceso al arte clásico, al Renacimiento y a la sociedad aristocrática europea, y la duración del viaje, dependiendo del nivel económico del viajero o su mecenas, podía ser de meses o años. Roma y París fueron los centros culturales europeos y su atracción como destinos era compulsiva, aunque la visita esencial era Italia.

De esta forma nació el Grand Tour, una práctica que durante trescientos años introdujo a ingleses, alemanes, escandinavos y americanos, al arte y a la cultura de Italia y Francia.

Artistas románticos, hijos del Grand Tour y de los primeros indicios del turismo, y otros muchos artistas modernos a lo largo de los siglos XIX y XX, viajaron por diferentes lugares del mundo, impulsados por diversidad de motivos complejos, que pueden ir desde las razones políticas (Delacroix), a la huida imposible del mundo (Gauguin), pasando por la búsqueda de estímulos (Klee). Además de ser visionarios en su tiempo, tienen en común su ánimo de romper barreras, su compromiso con el arte y su necesidad de creación. El auge del turismo puso el mundo a los pies del artista moderno

Lao Tsé decía que el viajero perfecto no conoce su destino. El artista viajero no busca lugares para vivir feliz sino aquellos donde fluya su creatividad. El artista viaja, estimula sus sentimientos, se encanta, se desencanta, materializa sus sensaciones en sus cuadernos, sus obras y escritos, y tiene la necesidad de crear y expresar durante su viaje y durante la reflexión posterior.

El viaje es una excepción frente al vivir diario, y el del artista es como un círculo que nunca se cierra porque parte con un equipaje y torna con otro distinto, pues al viaje exterior físico hay que sumar el viaje interior, que le da un sentido a su vida, y el viaje creador, que es la aventura del proceso creativo de búsqueda y hallazgos.

Para muchos de estos viajeros el proceso de descubrimiento se presenta a través del boceto. Con el lápiz y el cuaderno su emoción va más allá de una idea temporal; no importa el tiempo, el lugar, la escena; hay que captar, congelar, fundir el mundo entero bajo la energía creadora de la mano, fusionar la experiencia del mundo con la individual.

Con el cuaderno y la libertad de expresión que permite, el artista que se empape de sensaciones visuales tiene al alcance de la mano la materialización de todos los acontecimientos del entorno, pudiendo guardar para siempre la posibilidad de recrearlos cuando las emociones que se esconden bajo el boceto vuelven a cobrar vida en el estudio, aunque la obra posterior que parte de estos apuntes nunca tendrá la frescura de estas improntas que han salido del ímpetu y la energía creadora del artista.

Las materias primas del pintor errante son la libreta, la libertad plástica, su mundo interior conectado con el mundo exterior y cualquier herramienta que esté a su alcance y le permita llevar a cabo su ánimo de creación. En los tachones y en las palabras de los márgenes del cuaderno, el artista pone de manifiesto su voluntad de registrar, de plasmar, su vivencia nómada.

Los cuadernos de viaje son como cajones llenos de fragmentos de la existencia del artista, llenos de sucesos fugaces, de experiencias únicas, que están ahí porque un ojo lúcido lo captó y quiso adentrarse en la aventura de registrarlos para siempre.

 

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3 Responses to El Cuaderno de Viaje. (V)

  1. silvia says:

    Es todo perfecto…Enhorabuena Ramon….!!!

  2. Exmaestro Zen says:

    Ramón, que no se te olvide contar el suceso acaecido en la película «Bailando con Lobos» en que unos bandidos le cogen el cuaderno a Kevin Cosner y…¡Uf! ¡Horrible! ¿Saldrá mañana el capítulo VI? ¡Ánimo! ¡Adelante!

  3. Lola Clement says:

    Este capítulo es el que más me ha gustado… A falta de leer el último. Enhorabuena Ramón.

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